Marc
Chagall nació en 1887 en la actual Bielorrusia. Su familia era judía y
él tuvo que exiliarse a París; no regresó a su país hasta 1973. La
pintura de El hijo pródigo reproduce la vuelta imaginaria a su tierra.
En ella refleeja sus propios sentimientos y el reencuentro con la gente
que le conoce.
Marc
Chagall se inspiró en las costumbres de la vida en Bielorrusia e interpretó
muchos temas bíblicos, reflejando así su herencia judía. En los años 1960 y
1970 se involucró en grandes proyectos destinados en espacios públicos o en
importantes edificios civiles y religiosos.
La obra de Chagall está conectada con diferentes corrientes del arte moderno. Formó parte de las vanguardias parisinas que precedieron la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, su obra se queda siempre en los límites de estos movimientos y tendencias emergentes, incluyendo el cubismo y el fauvismo. Estuvo muy conectado con la Escuela de París y sus exponentes, como Amedeo Modigliani.
En sus obras abundan las referencias a su niñez, aun al precio de evitar las problemáticas experiencias que después vivió. Sus obras comunican la felicidad y el optimismo a aquellos que las observan mediante intensos y vívidos colores. Chagall gustaba de colocarse a sí mismo, a veces junto con su mujer, como observador del mundo, un mundo de colores visto a través de un vitral. Muchos consideran que La crucifixión blanca (y sus ricos e intrigantes detalles) es una denuncia del régimen de Stalin, del holocausto nazi y de toda la opresión contra los judíos.
La obra de Chagall está conectada con diferentes corrientes del arte moderno. Formó parte de las vanguardias parisinas que precedieron la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, su obra se queda siempre en los límites de estos movimientos y tendencias emergentes, incluyendo el cubismo y el fauvismo. Estuvo muy conectado con la Escuela de París y sus exponentes, como Amedeo Modigliani.
En sus obras abundan las referencias a su niñez, aun al precio de evitar las problemáticas experiencias que después vivió. Sus obras comunican la felicidad y el optimismo a aquellos que las observan mediante intensos y vívidos colores. Chagall gustaba de colocarse a sí mismo, a veces junto con su mujer, como observador del mundo, un mundo de colores visto a través de un vitral. Muchos consideran que La crucifixión blanca (y sus ricos e intrigantes detalles) es una denuncia del régimen de Stalin, del holocausto nazi y de toda la opresión contra los judíos.