Nuestra identidad más profunda consiste en ser hijos de
Dios
"Cuando el hombre pierde la fe en Dios, deja de ser el rey de la creación".
Tu verdadera identidad es que eres hijo de Dios. Esta es la identidad que has de aceptar. Una vez que la hayas proclamado y te hayas instalado en ella, vivirás en un mundo que te dará tantas alegrías como sufrimientos. Puedes recibir tanto la alabanza como la culpa que te llega como una oportunidad para fortalecer tu identidad esencial, porque la identidad que te hace libre está anclada más allá de toda alabanza y culpa humanas. Perteneces a Dios, y es como hijo de Dios como eres enviado al mundo.
Nuestra identidad en Cristo debería tener una influencia
directa sobre nuestras relaciones dentro de la sociedad o comunidad de
creyentes: la iglesia. En las iglesias del Nuevo testamento el género parece no
haber sido una distinción importante entre los creyentes.
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